Es importante mantener la empatía sobre todo en tiempos de distanciamiento físico. Toma nota de estos consejos para lograrlo.
Luego de unas dos semanas prácticamente sin salir a hacer compras, decidí ir a un supermercado de los grandes para resolver lo necesario en un solo lugar.
Más allá de las medidas de prevención necesarias hay un aspecto que me provocó un estado emocional especial: la falta de visibilidad de las sonrisas en las personas.
Ni siquiera con la mirada; ni siquiera con las patas de gallo cuando la sonrisa es genuina; ni siquiera con algún gesto gentil de la magra exhibición del rostro que denotará que la tristeza y la angustia no estaba presente.
La sonrisa tapada por una máscara me hizo reflexionar inmediatamente sobre el impacto que provoca el distanciamiento social y la imposibilidad de ver y decodificar el rostro del otro en toda su expresión. La imposibilidad de conectar así, cuando transitamos espacios públicos embarbijados.
Al estar observando de frente un medio rostro en el mejor de los casos -siempre y cuando no se lleven anteojos, accesorios en la cabeza, etcétera- sentí que, prácticamente, era difícil empatizar y lograr cercanía.
Tal vez alguna inclinación de cabeza, una mueca oculta tras el barbijo de rigor, o una actitud corporal abierta al dejar el paso libre para otro carrito lleno de compras. Sólo eso. Pero ninguna sonrisa.
Lo que dice el rostro
Hay una especialización de la Comunicación No Verbal que se encarga de analizar lo que revela el rostro. En su libro “Leer el rostro” su autora Rose Rosetree, asevera que la cara “es un currículum vitae. A partir de cumplir 40 años cada persona tiene el rostro que merece”, asevera.
Esta rama se llama morfopsicología, y afirma que sobre la base de la herencia genética de cada uno, vamos moldeando una fisonomía que resulta ser el reflejo de la forma de ser, las actitudes que suelen predominar en su comportamiento y hasta los sentimientos. De allí que el dicho de que “los ojos y la cara son el espejo del alma” adquiere relevancia.
Una persona excesivamente seria, es muy probable que haya desarrollado arrugas hacia abajo en el rostro, lo que le da una expresión de rigidez; expresión que, de tanto repetirla en su historia de vida, ha dejado una huella no sólo en la piel sino en el alma y hasta en su espíritu.
Lo que decodificamos al mirar a otros
Cada vez que nos comunicamos con las demás personas frente a frente, e incluso en modo virtual con video, podemos recabar mucha información que a simple vista parecía oculta.
Cuando conocemos muy bien a una persona con sólo escuchar el tono de su voz podemos presentir su estado de ánimo.
Imagina entonces la potencia de observar el rostro: podemos detectar eso mismo, y además, la actitud, las emociones, si está diciendo la verdad o mintiendo.
El prolífico psiquiatra y autor español Enrique Rojas afirma que la esencia de la persona se manifiesta en el rostro.
La sonrisa cumple un papel esencial: abre puertas, empatiza, tiende puentes de entendimiento, despierta curiosidad y complicidad. Es una especie de sincronicidad que se da cuando se genera de ambas partes.
Por eso es que restarle al rostro la posibilidad de esa conexión genera un impacto emocional que cercena, mutila, gran parte de las habilidades empáticas y de interacción social, más aún si es frente a desconocidos.
Las sonrisas verdaderas se sienten auténticas y espontáneas. Son aquellas en las que las comisuras de los labios se levantan y se forman arrugas en los extremos de los ojos. Se puede afirmar que sonreímos también con los ojos, no sólo con la boca.
Leer el rostro no es algo nuevo: se practica desde hace unos 2500 años, en la China anterior al filósofo Confucio. Mientras que Pitágoras estudió la fisiognomía: elegía a discípulos de acuerdo con la forma del rostro.
En términos generales, la comunicación no verbal ha indicado que, del ciento por ciento del código entre los humanos, lo gestual ocupa un 90 por ciento, mientras que lo verbal, un 10 o menos. En ese porcentaje mayoritario, la decodificación de la sonrisa es esencial para la credibilidad, la fuerza, la empatía, la conexión emocional con los demás.
Imagina por un momento una figura pública hablando, o tú mismo queriendo seducir o convencer a alguien sin poder exhibir tu sonrisa.
Para Joe Navarro, que trabajó en estos temas durante 25 años en el FBI y escribió “El cuerpo habla”, “son los ojos y la mirada el barómetro preciso de los sentimientos porque tenemos muy poco control sobre ellos. Las pupilas se dilatan o se contraen cuando algo no nos gusta. Y esto suele ser menos obvio que una frente arrugada o un gesto de disgusto con la boca. Además, los ojos tienen mucho más micro gestos, microexpresiones que otras partes del rostro. He podido detectar el autor de un crimen tan sólo observando un micro gesto en los ojos”.
Cómo empatizar con un cubrebocas de por medio
Posiblemente debamos convivir con tapabocas por algún tiempo más; entonces, aquí van estas sugerencias para movernos en ese terreno cuando medio rostro de frente está oculto a la vista:
- La barrera del tapabocas no anula la cercanía. La empatía es una cualidad de la inteligencia emocional. Una actitud corporal abierta, receptiva y amable dará las pistas a los interlocutores de nuestras intenciones.
- Conecta con la mirada. Unos segundos son suficientes. ¿Qué dice tu mirada frente al espejo? ¿Qué te refleja la mirada de los otros? Recuerda que, aunque hagas una mueca de sonrisa, eso generará una emoción interna asociada que “se parecerá” a un estado de mayor bienestar.
- Analizar los contextos. Más allá de la incomodidad al no estar acostumbrados a utilizar cubrebocas, todo acto de comunicación, especialmente la no verbal, se analiza en el contexto. Por lo tanto, es conveniente no hacer juicios ni interpretaciones apresuradas, ya que al no poder decodificar más rápidamente la intencionalidad de los demás es posible que se caiga en malas interpretaciones.
- Hablar con voz clara y fuerte. Los labios no pueden ser leídos, a menos que utilices una máscara especial que se aplica para las personas que se valen de su lectura para comunicarse. Entonces no temas en elevar levemente el volumen de voz al hablar para que puedas hacerte escuchar.
- A falta de sonrisa a la vista, ponerle actitud corporal. La postura del superhéroe, erguida y con gesto de poder, puede ser una alternativa no de altanería, sino de empoderamiento interno para suplir la falta de contacto y cercanía que produce el cubrebocas.
- Hablar con todo el cuerpo. Así nos expresamos, aunque parezca que el rostro es la fuente principal para comunicarnos. Podemos utilizar las manos para gesticular apoyando las ideas, observar cómo nos paramos para reforzar conceptos, y mostrar al otro la disposición a conectar, corporalmente, por más que tengamos nariz, boca y barbilla tapada.
- Disposición y paciencia, son otras dos grandes claves en momentos desafiantes como el actual. Practicar la tolerancia, la disciplina, la paciente espera en una fila interminable, una conversación cómplice al pasar con quien nos atiende y brinda su servicio, serán puentes muchas veces tan eficaces como la mejor de las sonrisas.
Por Daniel Colombo vía Entrepeneur
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