Las mascarillas faciales fueron el básico de 2020. Sin embargo, ¿qué pasará con todo su desperdicio después de la pandemia?
El 2020 fue el año de los cubrebocas. Sin duda, una de las grandes enseñanzas que nos dejó la pandemia fue el repensar nuestro impacto ambiental. Ahora –a varios meses del inicio de esta crisis sanitaria– reflexionamos y comprobamos que todo deja huella y este es el caso de los cubrebocas. Las mascarillas faciales fueron el básico necesario –si es que así se les puede llamar– ganador de año pasado. Recuerdo que conforme pasaba el tiempo y al ver tantas opciones –unas más sustentables que otras– no podía evitar peguntarme ¿en dónde están los cubrebocas biodegradables? ¿Qué pasará con todo el desecho que se está generando?
Si bien es cierto que la comunidad científica y creativa se volcó para ofrecer alternativas que iban desde cubrebocas hechos de residuos de café y hasta algunos más tecnológicos, la realidad es que toda la producción de estos accesorios trajo un impacto no previsto al planeta, lo cual nos hizo cuestionarnos –sobre todo después de leer cifras como las del Foro Mundial Económico que reveló que “en todo el mundo, se estima que cada mes se usan y se tiran 129 mil millones de mascarillas desechables y 65 mil millones de guantes”– ¿qué pasara con todo este desperdicio después de la pandemia?
Claro, muchos esfuerzos se tomaron por no contaminar. Ahora que las vacunas están en sus primeras fases de aplicación a nivel mundial y se estima que este 2021 será destinado a ello, países como Filipinas siguen combatiendo al coronavirus con cubrebocas ecológicos, que son 100% biodegradables –al remover los elementos elásticos– y cuyo impacto es mucho menor a cualquier otro.
Los creadores de dichos productos es una pequeña compañía local del país asiático que se llama Salay Handmade Products Industries, la cual se dedica a la realización de innovadores productos hechos a mano, competitivos a nivel mundial y anclados en los principios del comercio justo. De esta manera, se han dado a la tarea de crear una amplia variedad de cubrebocas hechos de abacá, un material que tiene una variedad de beneficios:
- Sus fibras se consideran las más fuertes entre todas las fibras naturales.
- Es una forma de promover la materia prima local de área y ayuda a los agricultores de abacá.
- Ayuda a reducir el desperdicio de plástico y sólidos, ya que puede ser compostable después de su uso.
Este tipo de productos siguen un camino de mucha innovación, en donde es fundamental pensar en el impacto que la creación de las mascarillas tienen no solo en el planeta sino como modelo de negocios. En Francia, por ejemplo, la compañía de papel Geochanvre realizó cubrebocas hechos de cáñamo como respuesta para reducir los desechos plásticos durante la pandemia. Según los ambientalistas, todos aquellos productos de un solo uso tardarán siglos en descomponerse y seguirán contaminando los océanos.
Por Atenea Morales de la Cruz vía Vogue
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